jueves, 15 de mayo de 2003

La Doctrina Nacional

Quizá por aquello de que no puede torcerse la naturaleza de las cosas, la palabra “nacional a veces olvidada, otras repudiada, siempre tiende a regresar a primer plano. Y ello ha ocurrido no solo en momentos de lucha armada (enfrentamiento nacional), sino también en la lucha pre y pos electoral (unión nacional, mentalidad nacional, revolución nacional.)

La deducción del observador circunstante podría ser, que todos están de acuerdo ya que la terminología es utilizada por los diferentes sectores en pugna, aún siendo enemigos irreconciliables. Esto pone en claro que la realidad es otra; el término es “Doctrina nacional”.

No son rótulos ni frases hechas las que solucionan el problema, sino parcialmente, es decir para un solo lado. Se requiere entonces de conceptos claros, que son los que evitan lamentos tardíos, luego de intervenir en cualquier acción sin conocer los objetivos reales a alcanzar.

Esto es lo que ha venido ocurriendo hasta ahora y por eso las distintas manifestaciones de desilusión ciudadana, frustración y escepticismo que sienten aquellos que desde uno u otro bando han participado en elecciones, sin haberse involucrado previamente como para obtener los antecedentes necesarios o proyecciones futuras de los partidos demo liberales, que agrupan por la conveniencia de la cúpula que los dirige.

Debemos agregarle a esto la falta de información, formación y lo que es peor, la permanente y maliciosa deformación de los medios de comunicación (diarios, revistas, radios, televisión, cine y otros.), tendenciosos, deficientes, o erróneos que han llevado a comprobar que los resultados nada tenían que ver con las ideas y el espíritu que impulsaron al votante a dicha elección.

La unión de los argentinos puede venir solamente de una coincidencia en las verdades fundamentales que surgen de la unidad de concepción de una república que mayoritariamente contiene en su seno, una misma tradición, un mismo idioma, un mismo color de piel, una misma religión, y que para ser llamada “Nación”, solo requiere de objetivos comunes.

Las doctrinas son amplios rasgos de apreciación que contienen el enunciado de innumerables problemas; ahora, si dichos problemas no se pueden resolver en forma práctica, entonces la doctrina no sirve.

El Liberalismo y el Comunismo tienen sus propias doctrinas para aplicar a la Nación, pero no responden a la esencia nacional, es decir: a la tradición. El Comunismo se opone a derechos tan arraigados como el de propiedad, y el de libertad de trabajadores y consumidores, pero nada tiene más impopular que el alejarnos de la idea de Dios.

Por su parte, el Liberalismo nos convierte en una colonia o factoría, que esclaviza al hombre al individual capitalismo, que sobre la base de devaluaciones monetarias y posteriores refinanciaciones, a precios usurarios, nos han sometido a una dependencia económica que nos fue llevando a tener como único derecho, el de existir.

La curiosa alianza entre estas dos ideologías busca una coincidencia: el control económico de nuestra Patria, rica en materias primas que se están agotando, como el agua y los alimentos. Y mientras el Liberalismo nos produce la miseria, el Comunismo, hábilmente infiltrado, lo induce a incrementarla. Sabe que el individual capitalismo, solo requiere de un ligero “trabajo de pala” para ser derrumbado.

Es por eso que la historia nos muestra, como el Comunismo es sucesor inexorable del capitalismo, si no se les antepone una Doctrina superadora que aniquile su accionar. Esa Doctrina, esencia y síntesis de la Patria, existe en forma teórica desde hace más de cincuenta años y solo pudo ser llevada al terreno de los hechos en fugaces excepciones y en forma parcial, debido a los poderosos intereses que trabajaron en su contra.

Ella no pregona el aislamiento de otras naciones ni está contra los aportes de capital extranjero, en tanto estén al servicio de la economía y cumplan una función social. Tampoco está contra la incorporación de empresas extranjeras, sino contra los contratos que solo enriquecen a intermediarios sin escrúpulos; en su mayor parte locales.

Estos capitales son fáciles de identificar porque siempre están, gustosos, a favor de los empréstitos leoninos, que afectan nuestra soberanía y empobrecen a nuestra comunidad.

La Doctrina Nacional, está libre de toda ideología foránea, dado que los problemas nacionales son casos puntuales que deben resolverse con soluciones nacionales.

No puede haber nada en la Nación, superior a la Nación misma”.

Admitir este principio, con alma y espíritu argentinos, nos pone a la entrada del nuevo siglo con posibilidades de participación.

Jorge Burzaco Osinde
Escuela Superior Peronista

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