martes, 6 de noviembre de 2001

Y ahora, ¿cómo hacemos?

Amigo lector de “La Verdad” ayer, desde estas modestas páginas de prensa barrial, que le permiten expresarse al pueblo, decíamos que la Social Democracia, desde la Alianza (UCR-FREPASO), o desde sus diversas formas de mimetización: ARI; Polo Social; Demoprogresistas; Democristianos; y otros, se alió con políticos foráneos, como Felipe González social demócrata europeo, para intentar torcer el rumbo americano que el Justicialismo, durante 10 años, había dado a la Patria. Ellos, obedientes de su central Inglesa, y por la vía de (lo que Perón denominó globalmente) la “sinarquía” intentan dominar los mercados nacionales para sus beneficios y el de su mandante. La devaluación: su objetivo... De allí que el provecho económico inmediato encandila a superficiales e ignorantes; solo el bien común es lo único que debe atraer a sabios y prudentes. Es así que desde la óptica Justicialista... ”el éxito de todo plan económico depende del deber consciente y solidario del pueblo que es quien desarrolla la riqueza, base de la abundancia y del bienestar económico. El pueblo es encargado de producir, el gobierno solo asegura la justicia distributiva en relación con el esfuerzo y la producción.” (Sic Plan económico 1952) La comunidad más rica y feliz no es la que ostenta el consumo más elevado, sino la que produce y ahorra sobre la diferencia. Quien gasta más de lo que gana es un insensato. Por eso el Justicialismo auspicia el ahorro y la previsión. El procedimiento de quitarle el poder adquisitivo al pueblo, disminuyendo el salario para mejorar los negocios internos e internacionales, no es un método Justicialista; nosotros nos inclinamos por organizar y racionalizar la abundancia. El exceso de consumo y el derroche han producido el hambre y la miseria actuales (¿Recuerda el deme dos...?), fue Alfonsín con su desgobierno socialdemócrata 83/89. Hoy nuevamente se debe apelar al pueblo que es con su cooperación quien puede ayudar a solucionarlo. No es justificable que al obrero se lo prive de una satisfacción personal o a su familia y se derroche, en cambio, en el gasto público el equivalente al ahorro que ese trabajador realiza. Tampoco que las deficiencias en la administración de industrias y comercios se traduzca en aumentos de precios y costos de producción o venta, y esto lo termine pagando el mismo obrero que economizó sobre la necesidad de sus hijos. Bien conocemos las mañas de los especuladores por haberlas soportado antes de ahora; intermediación simulada, acaparamiento, sustracción, contrabando, transito ilegal protegido, etc. El mercado libre a base de suprimir el control económico es la fiesta para la legión de especuladores, estafadores y ladrones que asolan a la patria. ¿Quién puede creer que ellos desaparecerán junto a la supresión del control que los evidencia? Sería como pedir la supresión del código penal y de la Policía y así, sin ningún control, se acabarían los crímenes. Entonces, quizá, la supresión de los médicos y hospitales terminaría con las enfermedades...

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